Este género se consolida con la aparición en 1599 de la segunda novela
picaresca: Vida de Guzmán de Alfarache,
obra de Mateo Alemán.
Características de la NOVELA PICARESCA:
Existencia de un personaje que es el pícaro
(o pícara). El pícaro es un
personaje sin oficio conocido, entre cuyas actividades entran las de mendigar y
robar; sin ninguna conciencia moral, vive a costa de los demás y llega a caer
en la delincuencia, pero suele ser víctima de sus propios ardides.
El protagonista de una verdadera novela picaresca tiene que narrar su propia vida en primera persona (AUTOBIOGRAFÍA). Es decir, tiene que contar
su vida desde el presente inmediato (cuando es adulto) remontándose a su niñez.
Si os fijáis, cuando uno recuerda parte de su vida anterior, siempre la
contamos desde la perspectiva de hombre adulto, no desde la perspectiva que
teníamos cuando éramos niños; por tanto, en la novela picaresca se unen esas
dos perspectivas: la del pícaro maduro y la del pícaro niño (el pícaro que “se
hace”).
El pícaro siempre es hijo de padres “sin
honra”.
Se ve obligado a abandonar su hogar por la pobreza
y suele pasar hambre.
Sirve a varios amos (episodios continuados, uno
detrás de otro).
EL
LAZARILLO DE TORMES
El Lazarillo de Tormes, PRIMERA NOVELA
MODERNA
La importancia de esta novela breve, titulada Vida de Lazarillo de
Tormes y de sus fortunas y adversidades, no consiste solo en haber iniciado
el género picaresco en nuestra
narrativa, sino en que con ella empieza la NOVELA
MODERNA.
En efecto, hasta el Lazarillo los relatos presentaban a un héroe adulto (un caballero o un señor refinado
consagrado a la vida pastoril, un príncipe, etc.) cuyos caracteres estaban ya
fijados cuando el Lazarillo se publicó, y entre los que destacaba el
hecho de que ese héroe anterior al Lazarillo (generalmente noble) no
cambiaba a lo largo de su historia y aventuras, es decir, su personalidad se
mantenía inalterable, no cambiaba su forma de ser y, por lo tanto, por muchas
aventuras que tuviese ese héroe anterior al Lazarillo, no observamos en
él ninguna transformación importante de su personalidad. Este tipo de
relato no es moderno.
Sin embargo, con Lázaro de Tormes se produce un cambio importante: ahora
se nos presenta una vida a medida que sa va haciendo, puesto que
narra la historia de un personaje (no noble) desde su niñez, para que
entendamos por qué, en el último capítulo, ha caído en el deshonor.
De esta manera, ese personaje (por primera vez en la historia literaria, un protagonista pobre y miserable) es, en cada
momento, una consecuencia de lo que ha vivido. No
podríamos comprender cómo piensa y actúa en un capítulo sin saber qué le ha
sucedido en el anterior y en los anteriores. Este es un RASGO NOVELESCO MODERNO.
APARICIÓN DEL Lazarillo
En 1554 se publicaron simultáneamente cuatro
ediciones de la obra, sin nombre de
autor, en Burgos, Alcalá, Amberes y Medina del Campo (el único
ejemplar de la edición de Medina del Campo se encontró en 1992, oculto en una
pared, en Barcarrota, Badajoz). Tuvo un éxito fulminante, a pesar de que muy
pronto, en 1559, fue prohibida por la Inquisición. Sin embargo, continuó
leyéndose porque entraban en España muchos ejemplares impresos en el
extranjero.
ESTRUCTURA DE LA OBRA
El pregonero Lázaro de Tormes narra su vida, desde que nace en Tejares
(Salamanca) hasta que ejerce aquel oficio en Toledo. La obra está dividida en
un prólogo y siete
tratados.
PRÓLOGO: La obra comienza con un prólogo en que Lázaro de Tormes, pregonero de
Toledo, dirigiéndose a un desconocido “vuestra
merced”, confiesa su decisión de alcanzar fama contando su vida entera,
para que sirva de ejemplo de cómo, con voluntad, se puede salir adelante (se
trata de un prólogo sarcástico en el que se burla del afán de alcanzar la fama:
hasta la pretende él, que ha llegado al poco envidiable oficio de pregonero y
al estado de maridillo deshonrado).
Los tres primeros tratados están unidos por el tema del hambre:
TRATADO I: El protagonista sirve a un ciego tacaño y mezquino, a quien tiene
que engañar para poder comer; al entrar a servirle es un niño inocente, pero a
su lado aprende toda suerte de malicias, y cuando lo abandona sabe ya más
tretas. Recordar los siguientes episodios con el ciego: episodio del toro de
piedra; episodio de la jarra de vino; episodio de las uvas; episodio de la
longaniza, episodio final de la venganza de Lazarillo.
TRATADO II: En este tratado, Lázaro sirve al cura de
Maqueda (Toledo), un clérigo avariento que lo mata de hambre y a quien
tiene que robar los panes que le daban los fieles cristianos, sobre todo Lázaro
los roba con gran ingenio (episodio del arca y la llave, la falsa culebra, los
garrotazos finales). Este clérigo es, pues, peor amo que el ciego; y Lázaro critica
así en su relato la avaricia de algunos clérigos y su falta de humanidad.
TRATADO III: Cuando ya parecía que no cabía más ruindad, Lázaro sirve a un escudero
(un hidalgo sin fortuna) en cuya casa no hay absolutamente nada; pero este
hidalgo lo trata bien, frente a la crueldad que mostraron con él los dos
primeros amos. Lázaro, en este tercer tratado, siente piedad por el escudero y mendiga
para alimentarlo (de esta manera queda ridiculizado en la obra el orgullo de
quienes aparentaban ser de casta superior y eran, en realidad, unos pobretes).
Pero, además, este tratado, el más importante de todos, permite contemplar
el sentimiento de humana solidaridad que mueve a Lázaro, en contraste con la
presunción de aquel hidalgo fantasmón.
TRATADO IV: El tiempo pasa, Lázaro va creciendo, y ya no sufre hambre con el cuarto
amo. Este tratado es brevísimo: un apunte anticlerical que toca el tema de la homosexualidad.
TRATADO V: En este tratado, Lázaro no actúa como protagonista, sino que se limita a
contemplar, asombrado, cómo un eclesiástico, vendedor de bulas
(privilegios que el Papa concedía a quienes las compraban; eran como
certificados que, por ejemplo, permitían comer carne a los cristianos en
períodos no permitidos; estaban, supuestamente, firmadas por el Papa) engaña a
unos incultos y crédulos aldeanos. Harto de ambos amos, Lázaro los abandona
cuando se cansa de ellos. De esta manera continúa la crítica anticlerical.
TRATADO VI: También muy corto, habla de su servicio a un maestro de pintar
panderos[1]. También sirve Lázaro en este tratado a un capellán,
que lo empleaba como aguador [2]. Con este último ahorra sus primeros dineros,
que emplea para comprarse unas ropillas que mejoren su aspecto. Lázaro,
pues, empieza a situarse en el mundo de los que aspiran a ser algo.
TRATADO VII: Por fin, tras servir como auxiliar de un alguacil [3] (oficio que deja pronto por considerarlo
peligroso), obtiene el cargo de PREGONERO REAL. Ahora lo protege un ARCIPRESTE,
el cual lo casa con una criada suya que se murmuraba era su amante; esto da mucho que hablar
en Toledo (el caso que se comenta en el prólogo y al final del libro).
Su largo “aprendizaje” (aprendizaje de
la vida) ha terminado: ya puede aceptar la deshonra como una especie de
triunfo.
Si nos fijamos bien, toda la obra muestra el cumplimiento de una profecía:
el ciego, en el tratado I, episodio de la jarra de vino, dice a Lázaro. “Yo te
digo [...] que si un hombre en el mundo ha de ser bienaventurado con vino, que
serás tú”. Y, efectivamente, Lazarillo alcanza su “ventura” cuando conoce al
arcipreste de San Salvador, cuyos vinos pregonaba por Toledo para venderlos
(tratado VII).
[1] Pandero: Instrumento rústico formado
por uno o dos aros superpuestos, de un centímetro o menos de ancho, provistos
de sonajas o cascabeles y cuyo vano está cubierto por uno de sus cantos o por
los dos con piel muy lisa y estirada. Tócase haciendo resbalar uno o más dedos
por ella o golpeándola con ellos o con toda la mano.
[2] Aguador: Persona que antiguamente
vendía agua en pueblos y ciudades.
[3] Alguacil: Agente de la justicia (una
especie de policía de la época.
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